Entrevista a Mauricio Canovas
Por kuartetoadm | 24 de julio de 2008, 10:31Y un buen día, Mauricio Cánovas se hizo oír. Así, con cierta resonancia bíblica, se escribirá la historia de este músico cordobés de 22 años, que heredó el control de Trulalá, la orquesta que su padre Manolo formó hace casi 25 años.
Y un buen día, Mauricio Cánovas se hizo oír. Así, con cierta resonancia bíblica, se escribirá la historia de este músico cordobés de 22 años, que heredó el control de Trulalá, la orquesta que su padre Manolo formó hace casi 25 años.
Sucede que, cumpliendo un viejo anhelo familiar, el percusionista Mauricio se animó a cantar por primera vez y junto a Carlos “Mona” Jiménez. En el nuevo disco de Trula ( Las cosas cambian ), interpretó una versión del tango Las Cuarenta, pieza que su padre había cantado en el disco Trula es total, de 1998. Y lo que empezó como la cancelación de una deuda personal, terminó siendo un éxito. “El ‘Charly’ es mi ídolo. Escucho su música y me pongo loco. Es el mandamás. Mi papá lo quería y respetaba. A mi viejo le hubiera gustado cantar un tema con él. Y ya que él no pudo, lo hice yo. Le agradezco a Carlos que haya aceptado. Me siento realizado”, confiesa Mauricio, mientras apura un cortado.
–¿Cuándo y cómo empezaste a tocar?
–Empecé a los 11, tocando percusión con Ángel “Negro” Videla, que me dio una mano. Él me aceptó en la 8.40, mientras mi papá no quería que hinchara en Trula.
–¿Cómo aprendiste a tocar? ¿Sos autodidacta?
–No sé si aprendí (risas). A un profe no fui nunca. Desde los cinco años ando con mi papá para todos lados. Soy joven, es cierto, pero he visto bastante gente ir y venir en este negocio. En algún punto soy un experimentado.
Mauricio Cánovas tenía 14 años cuando falleció papá Manolo. Y era un niño cuando Trula sacudía el circuito ciudadano a mediados de la década de 1990. “Cuando empecé a ir al baile de Trulalá, cantaban Sandro y la ‘Pepa’. A Gary lo vi por video, en Telemanías”, recuerda Mauricio.
–¿Cuándo te empezás a sentir el dueño de la orquesta?
–Hace ocho años que quedamos como dueños con mi familia, pero recién ahora me estoy asentando. El fallecimiento de Pablo Ravassollo, me hizo crecer más de golpe todavía. Y ahora tengo una fortaleza para manejar todas las situaciones que se pueden presentar. Cuando tenía 14 años, que me quedé sin mi viejo, y hubo mucha gente buena al lado. Esa gente ayudó muchísimo y seguirá ayudando. Y de la gente mala, también aprendí.
–Si observás el cuarteto de hoy, caés en la cuenta que hay muchos cantantes surgidos de Trula. ¿Sentís orgullo?
–Mucho orgullo por Manolo. Tenía visión para descubrir cantantes, para desenvolverse como empresario… No sé qué tenía el enano, pero era un groso.
–¿Estás empeñado a seguir el mismo camino?
–Maradona hay uno solo. Pueden pintar un Messi, un Riquelme, pero son distintos. Yo soy Mauricio, idolatro a mi papá y, por cada cosa que hago, pienso cómo la haría él. Pero, por otro lado, hay que pensar que estamos en 2008 y que las cosas cambian. Entonces, hago cosas nuevas, según mi instinto, pero respetando la esencia. 10 años y punto. Las cosas cambian, además de un título consecuente con este pensamiento de Mauricio Cánovas, también es el primer disco del cantante César Palavecino en Trulalá. Se trata de un ex Operación Triunfo que, cansado de pelear por las suyas en el campo del pop formal, se sube al carro de una orquesta consagrada en el mercado de nuestra música regional.
–¿Es inevitable que un cantante se vaya en el corto plazo?
–Matate que es así. Los cantantes se van. Es como decía Manolo: “Primero, los cantantes quieren fama, después poder y más tarde ser ‘ellos’”. Es así, por más humildad y buenos tipos que sean (si un cantante decide irse no se convierte en una mala persona, al menos para mí), a la larga se van. Como acá no son dueños, quizá se vayan en la búsqueda de mejores oportunidades. César llega a Trula por el camino contrario: él ya fue dueño, ya intentó con su proyecto. Creo que nos van a durar muchos años. No obstante, considero que tener un cantante por más de 10 años no es conveniente. Corrés el riesgo de ser monótono.
Fuente: La voz del Interior