La Barra: “Sabemos Arriesgar”

Por kuartetoadm | 28 de septiembre de 2007, 00:51

Los referentes del cuarteto La Barra llegan a la hora pactada. Esconden su cansancio perpetuo detrás de gafas oscuras. Lucen como estrellas pop, y acaso lo sean. Si después de todo se trata de un grupo declarado de primera necesidad a la hora del ocio del joven cordobés promedio.

En efecto, el grupo de Javier “Pepa” Brizuela, Carlos “Conejo” De Piano, Daniel Guardia y Adrián “Oso” Moyano llega al Orfeo (actúa el sábado) tras animar una curva ascendente de convocatoria que trascendió los espacios convencionales para nuestro ritmo regional. Saltaron del circuito de clubes a las discotecas. Y luego, de allí a los colegios privados. “No fue premeditado, pero tampoco de casualidad”, es lo que dice De Piano, el vocero de La Barra, para responder si hay algo de estrategia en esto de ser el cuarteto que escuchan todos. www.kuarteto.com

“Antes que nada, queremos aclarar que no nos vamos a despegar nunca del cuarteto: somos cordobeses, nos gusta el ritmo y lo tocamos de corazón. Pero saltamos de nivel porque supimos relacionarnos con personas clave. Como Mario Pereyra, por ejemplo. Además, supimos capitalizar los vínculos que generamos en espacios a los que íbamos después de los bailes, que nada tienen que ver con el ambiente del cuarteto”, se explaya.

Letras que hablan de amor, ritmo divertido y ningún interés por ser testimoniales son otros argumentos que los chicos de La Barra tiran sobre la mesa para explicar su fenómeno. “Somos lo más grandes, no me vengas con giladas; somos los más grandes: está “la Mona” y después nosotros”, interviene en broma “Pepa” Brizuela. Pero sus compañeros hacen un gesto del tipo “no está tan lejos de la realidad”, dado que tocan en “barrios privados que nadie conoce”, fiestas de “familias de doble apellido” y en “casamientos de futbolistas carteludos”. “Como hincha de River, el año pasado me tuve que bancar cantar para le plantel de Boca en Sunset. Pero la plata no la puso la dirigencia, sino los jugadores”, cuenta Brizuela.

Sigue De Piano, el más locuaz: “En el ’98 hacíamos una Vieja Usina y no nos iba tan bien. Pero cuando terminábamos, nos cruzábamos a Palmira, nos armábamos una mesa y se notaba cierto interés por nuestra presencia. Fue entonces que caí en la cuenta de que la gente nos quería, pero en otro espacio”.

Así saltaron a Villa Pancho, en la zona del Chateau y luego a La Tribuna, en barrio Jardín. “Yo era amigo de los dueños de Villa Pancho y me dijeron que cuando ponían La carta el boliche explotaba. Y entonces nos invitó a tocar de sorpresa. Fue una locura, los chabones tenían una luca de ropa encima y se tiraban a la pileta”, revisa Brizuela.

–¿Cómo llegaron a los colegios privados?

–Por otra buena relación con alguien importante. Resulta que el nieto de Víctor Brizuela iba al Taborin. Y me habló el “Bichi” (hijo de Víctor) y me dice “queremos llevarlos a la fiesta de fin de año”. Resolvimos el tema económico muy rápido y tocamos. Fue espectacular. Hicimos un show de hora y media, y la promoción ganó guita con el baile. Pero cuando La Barra no pudo, llamaron a otro grupo y ya hicieron un baile de tres horas, anuncios en la radio y demás. Se llenó de gente que el colegio no quería y se arruinó todo.

Según los músicos, hizo falta tener paciencia para llegar a este momento. De Piano: “Nosotros nos bancamos dos mil personas un sábado en un espacio no convencional, mientras que otro grupo metía cinco mil en un club. Y en un momento de convocatoria delicada, grabamos un grandes éxitos en vivo (Siete años), algo que en el rock se hizo siempre, pero que en el cuarteto es certificado de muerte. Sin embargo, en nuestro caso, fue de vida, de resurrección. El secreto está en saber arriesgar”.

“En ese disco volvimos a grabar La carta, que editamos en el ’96. Los que eran pibes en aquel año, ya eran jóvenes en ese momento”, interpreta Brizuela.

–¿Cómo toman su ascenso en el ambiente cuartetero?

–(De Piano): No les gusta nada. No les gusta que pretendamos que los chicos no tomen vino en cajita ni que no haya temor en disponer de un vaso. Tratamos de dignificar, pero hay muchos que no quieren hacerlo porque supone cambiar demasiadas cosas.

–(Brizuela): Los que no nos quieren, le hacen creer a la gente que discriminamos. Pero buscar mejores condiciones para el bailarín no es discriminar, ¿no?

–Ustedes llegaron a tocar en el Libertador. ¿Tienen alguna atadura política?

–(De Piano): Yo soy el que hago los contratos y te puedo asegurar que todo el mundo paga. Más allá de algún favor que hayamos hecho en señal de agradecimiento, todo se paga. Somos independientes. Nadie le impone nada a nadie.

–(Brizuela): Luis (Juez) es amigo mío de cuando jugábamos en la UFA, “Pichi” (Campana) fue vecino y a Ramoncito (Mestre) lo adoro. Está todo bien con todos, pero no tengo, ni tenemos, compromisos con nadie.

–¿Qué decir de los rumores de separación?

–(Brizuela): Fácil, tenía una idea, no la aceptaron y me enojé. Lo hablé con mi señora y me dijo “¿a dónde te vas a ir?”. Y aquí estoy.
Fuente: La Voz del Interior

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